27 ago 2011

Por fin se ha apagado.

   Hay veces que por mucho daño que te haga algo, quieres seguir haciéndolo, sobre todas las cosas; ya sea bueno o malo, material o no. Puede que a veces vaya bien, pero la mayoría no sale según lo esperado. Estas otras muchas veces, llenas de baches, de obstáculos, de piedras en el camino, pueden volverse esperanzadoras de vez en cuando, creándote ilusiones; pero al fin y al cabo, siempre caes de nuevo al vacío inicial, al profundo abismo. Un abismo interminable, sin fin, profundo; un abismo de inimaginable amargura.
   
   Pero parece que todo esto te dé igual, porque tú sigues esperanzándote de nuevo. Te levantas, recoges tus armas del suelo, le gritas al mundo, y lo vuelves a intentar. Como estos pájaros de la mitología griega... ¿Cómo eran? Los fénix, eso, fénix. Pájaros de fuego que si se apagan renacen una y otra vez de sus cenizas, sin importarles lo que venga después. Afrontan sus peligros, sin importarles absolutamente nada, a parte de vivir.

   Lo que quiero decir, es que a veces intentas aferrarte a la vida, como estos extraordinarios pájaros, actúas como ellos, tropezando y levantándote, constantemente. Cuando piensas que todo está yendo bien por fin, que te saldrá como tú quieres por una vez, que te estás empezando a hacer ilusiones, te cae un jarro de agua fría, apagando así el fuego de tus alas. Todo se desmorona a tu alrededor, te juras que no volverás a caer en esa trampa, pero al fin y al cabo, de un modo u otro, siempre acaba resurgiendo una chispa de las ascuas, haciendo renacer la llama, avivando cada vez más el fuego. Al fin y al cabo, todo se reduce a éso, a tener un pájaro ígneo, que te haga resurgir una y otra vez.

   Pero puede que, quizá, a veces sea mejor optar por otro pájaro, cualquiera... Un gorrión, un mirlo, o incluso un cuervo. Sí, me gusta el ejemplo del cuervo. Un pájaro que muchas veces parezca más oscuro y más difícil de domesticar, pero aun así, sea la mejor elección, y te otorgue esta ansiada felicidad que todo el mundo intenta encontrar en la larga travesía que es la vida.  Por eso yo, sinceramente, me quedo con mi preciado cuervo antes que con ese glorioso fénix.


   "Porque en realidad, no se puede vivir siempre de las imaginaciones, de un "podría ser", de un mundo irreal que nunca llegará a existir, si no que tienes que quedarte en la realidad, que puede que a veces sea peor que tus fantasías, pero otras es mucho mejor."

24 ago 2011

Hagamos caso a un viejo moribundo.

   Me ha tocado la suerte de nacer en un mundo en el que nadie valora lo que tiene. Un mundo gobernado por un ser que abusa de todo lo que tiene a su alrededor, sin importarle las consecuencias. Un ser que explota lo que se encuentra a su paso para sacar beneficios. Un ser que se cree el rey, pero que, ingenuo de él, tarde o temprano será destronado, ya sea porque alguien ocupe su trono, o porque su reino simplemente se desvanezca ante sus ojos. Este ser es el ser humano, una criatura con inteligencia, sí, pero cruel, egoísta y malcriado.

   Y es que vivimos en un mundo que está en sus últimas, exhausto, que no puede más con la enorme carga que somos para él, llenándolo de contaminación, violencia y muerte. Somos uno, y si destruimos una parte de nosotros por nuestro egoísmo, nos destruiremos a nosotros mismos.

  Nos quejamos cuando hay superpoblación de especies, y las pretendemos erradicar para que no "sobren"; pero, ¿quién se ocupa de la superpoblación que nosotros mismos provocamos? Porque nosotros, al contrario que los animales, estamos investigando continuamente nuevos métodos para evitar o atrasar la muerte, intentando evadirse del curso natural de la vida. Pero la gente así no se queja, por lo mismo de siempre: por puro egoísmo. Igualmente nos quejamos cuando hay especies en peligro de extinción, sin pararnos a pensar en que realmente es nuestra culpa, por invadir su territorio, sus hogares, arrancándoles de sus raíces; y sin ni siquiera pensar una solución para ello.

   Si nos parasemos a escuchar, escucharíamos un planeta agonizante, susurrando sus últimas palabras, suplicando que paremos, que le ayudemos. Pero, pensándolo bien, ¿por qué iba a importarnos? Nosotros vivimos perfectamente así, en nuestra preciosa y egoísta ignorancia, pasando de los problemas mayores, y preocupándonos únicamente por nuestros intereses consumistas, intentando tener más juguetes que el vecino, o una televisión más grande. Así hemos sido siempre, y así seguiremos. Solo me queda dar las gracias a la humanidad, por ayudarme a interponer las necesidades egoístas por delante de lo que realmente importante, por meterme en la cabeza que me dé igual el medio ambiente, y a confiar ciegamente en una única persona que dirija y controle mis pensamientos.



   "Cuando los hombres escupen al suelo, se escupen a ellos mismos."