24 ago 2011

Hagamos caso a un viejo moribundo.

   Me ha tocado la suerte de nacer en un mundo en el que nadie valora lo que tiene. Un mundo gobernado por un ser que abusa de todo lo que tiene a su alrededor, sin importarle las consecuencias. Un ser que explota lo que se encuentra a su paso para sacar beneficios. Un ser que se cree el rey, pero que, ingenuo de él, tarde o temprano será destronado, ya sea porque alguien ocupe su trono, o porque su reino simplemente se desvanezca ante sus ojos. Este ser es el ser humano, una criatura con inteligencia, sí, pero cruel, egoísta y malcriado.

   Y es que vivimos en un mundo que está en sus últimas, exhausto, que no puede más con la enorme carga que somos para él, llenándolo de contaminación, violencia y muerte. Somos uno, y si destruimos una parte de nosotros por nuestro egoísmo, nos destruiremos a nosotros mismos.

  Nos quejamos cuando hay superpoblación de especies, y las pretendemos erradicar para que no "sobren"; pero, ¿quién se ocupa de la superpoblación que nosotros mismos provocamos? Porque nosotros, al contrario que los animales, estamos investigando continuamente nuevos métodos para evitar o atrasar la muerte, intentando evadirse del curso natural de la vida. Pero la gente así no se queja, por lo mismo de siempre: por puro egoísmo. Igualmente nos quejamos cuando hay especies en peligro de extinción, sin pararnos a pensar en que realmente es nuestra culpa, por invadir su territorio, sus hogares, arrancándoles de sus raíces; y sin ni siquiera pensar una solución para ello.

   Si nos parasemos a escuchar, escucharíamos un planeta agonizante, susurrando sus últimas palabras, suplicando que paremos, que le ayudemos. Pero, pensándolo bien, ¿por qué iba a importarnos? Nosotros vivimos perfectamente así, en nuestra preciosa y egoísta ignorancia, pasando de los problemas mayores, y preocupándonos únicamente por nuestros intereses consumistas, intentando tener más juguetes que el vecino, o una televisión más grande. Así hemos sido siempre, y así seguiremos. Solo me queda dar las gracias a la humanidad, por ayudarme a interponer las necesidades egoístas por delante de lo que realmente importante, por meterme en la cabeza que me dé igual el medio ambiente, y a confiar ciegamente en una única persona que dirija y controle mis pensamientos.



   "Cuando los hombres escupen al suelo, se escupen a ellos mismos."

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